Hoy las clases de Encarna y Ángel han tenido algo en común: nos hemos desnudado. Y todos delante de todos. Hemos confesado, después de reflexionar sobre nosotros mismos, cuáles consideramos que son nuestras fuerzas y potenciales y cómo nos vemos. Hasta algunos se atrevieron a mostrar sus debilidades, algo loable por cierto.
Esa fue mi sensación al compartir estas cosas. Hablábamos todos en confianza, pero pisando un poco sobre terreno resbaladizo. Vaya risas que nos echamos en ambas sesiones.
¿Qué te gusta hacer? Me quito la chaqueta. Metafóricamente hablando.
¿Qué crees que haces mejor? Bueno, esto son los pantalones. Todavía me siento vestida.
¿Si pudieses enseñar algo (enseñar para aprender)? ¿qué enseñarías? Aquí me quito la camiseta.
Nos hemos quedado en ropa interior.
Ahora viene lo bueno, lo que Ángel nos propone definir. También teníamos que dar un ejemplo:
¿Qué sientes como público? Me quito la parte de arriba (los chicos no sé yo por dónde irán). Y sigo hablando metafóricamente. Conste.
¿Qué sientes como privado? Me quito la parte de abajo.
¿Qué sientes como íntimo? ¿…? ¿Y ahora qué me quito?
Yo no sé los demás, pero ha pasado por mi cabeza algún secreto inconfesable.
Y si no, que tire la primera piedra quien al pensar en algo íntimo, no haya pensado en algo probablemente inconfesable.
Luego nos centramos en lo público como esfera que regula las reglas del juego y la conquista del hombre en la historia para conseguir el espacio íntimo y privado. Y las posteriores consecuencias. Pero esa es otra historia.
Realmente nos estamos desnudando como docentes para vestirnos con un traje nuevo.
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