Una disonancia cognitiva es una desarmonía interna debido a pensamientos, creencias y emociones que entran en conflicto.

Este blog es una recopilación de mis entradas de diario del máster. No pretende describir las materias ni dar información sobre los contenidos o los procesos, sino simplemente reflejar los pensamientos que acuden a mi mente y que a veces pueden producir ciertas disonancias que espero que me sirvan para crecer como profesional y como persona.

Si no se entiende lo que escribo, da igual. Muchas veces no me entiendo ni yo.

martes, 25 de febrero de 2014

López Melero, mis hijas, yo y el MPM

Hoy me ha venido a la mente mi primera visita al Museo Picasso Málaga. Fui con mi marido y mis dos hijas que entonces tendrían unos 2 y 4 años si mi memoria no me falla. O quizás algo más. No me acuerdo.
Lo que sí recuerdo fue la amarga impresión que me llevé de allí, no tanto por las obras expuestas y la estética del lugar sino por la sensación de espacio poco amable que me produjo. 
Habiendo conocido el MoMa, este museo me parecía un poco exagerado: Las obras estaban colocadas a una altura lo suficientemente alta como para desaparecer del campo visual de los niños con las consiguientes alzadas a pulso que tuvimos que realizar mamá y papá para que mis hijas pudiesen verlas con detalle; los vigilantes además no paraban de llamarnos la atención para que no nos acercásemos una micra más de lo que consideraban seguro para la obra; la raya roja del suelo que te hacía sentir Tom Cruise en Misión Imposible vaya a ser que la pisaras; los gordos cordones rojos... Y sobre todo la experiencia de película de terror que tuvimos en el cuarto de baño...
Fue como el filme Engendro Mecánico de 1977, donde una señora con casa domotizada es víctima de la inteligencia robótica y es secuestrada en su propio hogar. De película, vamos. Ahora lo recuerdo y me río: Las tres, mis hijas y yo, en un espacio reducido averiguando cómo funcionaba ese inodoro de diseño que cada equis segundos se ponía en marcha y soltaba un cascadón de agua de forma estruendosa y asustaba a mis hijas que querían hacer pipí desesperadamente pero que decían que ni hablar de sentarse sobre esa cosa. De repente se apaga la luz, y claro, no encontraba el botón, cosas de la domótica. Y ahí estábamos las tres encerradas. Yo buscando, tocando las paredes y moviendo los brazos estúpidamente en el aire a ver cómo encendía la luz o abría la dichosa puerta, de diseño también, mientras mis retoños lloraban de miedo y de aguantarse el pipí en la oscuridad total y con el atronador (para ellas, y ya para mí tambien dado el llanto de mis pequeñas) sonido del condenado inodoro automático que se ponía en marcha sin avisar.
Del momento de lavarnos las manos ya no hablo porque es para otro párrafo igual. Tanta domótica y tanto automatismo. Será que somos una familia rústica, qué le vamos a hacer. Aunque recuerdo a Arturo Pérez Reverte haber contado una experiencia similiar con la que me sentí totalmente identificada. No somos las únicas.
Pues hoy he visionado una conferencia de López Melero en Madrid, profesor del máster pero a cuyas clases no asisto por no estar matriculada, y me ha llamado la atención su cáustico guiño al MPM porque me ha recordado mi experiencia. Comentó que el espacio del museo tenía la estética pero no la ética, pues él, debido a sus problemas de movilidad, sintió lo mismo que yo, que el espacio no era amable.
Su conferencia trataba sobre la escuela inclusiva y me ha gustado mucho. Aunque creo que hay que hacer hincapié en que gran parte del problema es político. Pedir que con las condiciones actuales tengamos una escuela inclusiva de verdad para mí es pedir peras al olmo. La ratio y el espacio son básicos para impartir una educación de calidad. Francisca Mayó en el vídeo "E.I. 6 años claves para una vida" nos dice que una ratio alta es un abuso tremendo de la capacidad y de la profesionalidad de cualquier educador. Un nuevo maltrato a la infancia. Y tiene toda la razón. Los espacios son básicos, pueden ser amables o generar ansiedad. Y esa es una base sobre la que hay que partir y no podemos pretender obviar.
Que nos lo digan a Melero, a mis niñas y a mí cuando fuimos al MPM.


P.S.: Ya han pasado varios años y he de decir que mis hijas son más mayores y ya nos hemos acostumbrado, y en el MPM tienen un equipo educativo que realiza talleres muy entretenidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario