Pues nada, que se acabó mi sustitución y me acaban de dar otro destino.
Curiosamente me ha llevado a echarme unas risas con la lectura de uno de nuestros premios Nobel, Don Camilo José Cela quien junto a Alfonso Canales, con su pluma mordaz y afilada consiguió elevar a la categoría de lo artístico una anécdota considerada en su momento luctuosa a la par que concupiscente. Cela lo calificó como una insólita y gloriosa hazaña sita precisamente en mi destino.
Recuerdo vagamente haber escuchado la historia en mi infancia, pero hasta ahora no me había puesto a leerlo.
No creo que haga falta dar más señas. Para eso está San Google.
Eso sí. Ni se me pasa por la cabeza hablar de ello cuando llegue a mi destino. Faltaría más.
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