Hoy, 1 de enero de 2014, hago mi registro en el diario para estrenar el año. Parece que hubiera un corte especial antes y después de las 24:00h del último del año en el que un periodo termina y comienza otro nuevo. Sin embargo, me resulta curioso que esta entrada esté unida a la anterior sin solución de continuidad.
El 30 de diciembre de 2013 mi hija lloraba agobiada por los deberes.
El 1 de enero de 2014 mi hija y yo mantenemos esta conversación:
- Cariño ¿has hecho hoy deberes?
- Sí, mamá. Hoy he hecho un montón. Me queda solo un poco -me dice sonriente-. Y para agradable sorpresa mía continúa:
- Verte a ti me motiva.
- ¿Qué quieres decir? -pregunto extrañada.
- Pues que te veo mucho tiempo estudiando -hace en el aire el gesto de tener folios y escribir sobre ellos y de teclear el ordenador- y como veo que tú puedes, yo también puedo.
Y yo con los ojos como platos henchida de orgullo cual globo a punto de reventar. Lo mejor vino al final:
- Me alegro mucho, hija. Yo también me agobio a veces, y hago así (gesto de inspiración profunda) y me digo "Carla, tú puedes" y continúo.
- Sí, mamá. Además, también había pensado que si te lo decía, así te motivaba yo.
¡¡¡PUM!!! Reventé.
¿Conclusión? Los beneficios de los círculos virtuosos que se pueden crear si se ofrecen patrones o ejemplos que los generen.
Aunque, en realidad, ahora mismo me da igual la conclusión y la reflexión posterior aplicable a la construcción personal y profesional como docente y su extensión al ámbito escolar y educativo que pueda generar esta anécdota. Solo puedo decir que menuda manera más estupenda de empezar este 2014.
¡¡Feliz año nuevo!!
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