El título de esta entrada es el nombre del seminario de hoy con Laura Duschatzky.
Confieso que ahora mismo no sé qué pensar. Creía que íbamos a un taller para mejorar nuestras técnicas narrativas y me encuentro con un intercambio de introspecciones.
Yo misma llegué a visualizar uno de mis primeros recuerdos de la escuela: Una diminuta piedra naranja veteada de blanco. Una imagen límpida y cristalina como si la hubiera visto ayer.
Encontré belleza en los escritos que producíamos incluso bajo cierta presión temporal y espacial, y descubrí que estoy rodeada de verdaderos artistas de su propia voz. No de los que transcriben sino de los que trazan.
A la hora de narrar se nos insta a buscar la singularidad dentro de la universalidad en contraposición a la búsqueda de la individualidad. De ahí mi conclusión de la introspección.
Susurramos al oído de nuestros compañeros de taller alguna frase que pudiera sintetizar la experiencia. He aquí algunas:
"Has de dejar tu impronta en lo que escribas."
"El desconcierto de la expectativa."
"Escribir alto y sentir hondo."
"El poder de la palabras."
"Sentimos con palabras."
La palabra. Qué sería de la Humanidad sin ella.
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