En una charla titulada "Educar empoderando", Carlos González comienza con unas palabras que me gustan mucho. Nos señala que si bien antes la educación se basaba en una "presencia y atención a la fuerza", ahora hay que destacar una educación que dé importancia de la "presencia" del yo, la presencia como un yo voluntario y lleno, con algo que ofrecer, creador, un yo desde la abundancia y no un yo como estado de necesidad del ego.
Destaca que el verdadero encuentro educativo se produce de presencia a presencia y, de manera más profunda, de esencia a esencia.
Eso me suele pasar en las clases de Miguel Ángel. A lo mejor me pasa solo a mí, pero me pasa.
Escucho, escribo, miro la pizarra, las proyecciones, tomo apuntes, comento con mis colegas de al lado..., pero lo que me queda es otra cosa. No es tanto la teoría, ni los contenidos, ni la práctica, ni las opiniones, ni los debates, casi ni siquiera sus hermosas historias...
Es la esencia. Percibo su esencia y siento que tengo la mía. Y no me hace falta nada más.
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